Otro día en la cama, la tos rebasa los pulmones y de ellos escucho solo su eco. El dolor en los huesos abandona los pasos sobre el asfalto y el desaliento cierra mis ojos y me sumerge en la almohada.
La habitación no resiste la luz que azul entra a través de los vidrios rotos y el aire huye con las nubes blancas que abandonan el cielo enmarcado en la ventana. La soledad se enreda con el escalofrío que los poros de mi piel ya conocen, observo los objetos a mi alreador y la ausencia me invade.
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